Arte y poesía: vigencia de toda expresión lúdica, gesto o acto non servil en tiempos tan obscuros como los actuales. Disertaciones sobre el culto añejo de ciertos antagonismos: individuo vs estado, ocio y contemplación vs labor de androides, dinero vs riqueza. Ensayos de libre tema, sección sobre ars poética, un muestrario de literatura universal y una selección poética del editor. Luis Alejandro Contreras Loynaz.
Si en Venezuela estilamos ser toderos, ese envite de torear la vida en cuanta empresa se nos plante ante la vista, yo debo decir que he sido -y acaso aún soy- un fervoroso nadero, suerte de lance para nadar en las enaguas de la susodicha. Pues en lugar de ser un profesional en todo, he sido un amateur en nadas; en el más feliz de los casos, un entendedor, siempre a la chista callando. Las naderías suelen causar gran fascinación sobre las almas distraídas, entre las que me incluyo, y no sé que hado les haya legado su encanto a las primeras. Y, aunque cursé más de cien créditos en la Escuela de Letras de la UCV, nunca me mortificó el comprobar que ese sistema de jerarquías con que el hombre gusta de mortificarse la carne, también hubiese ganado espacios en ese querido recinto y que, en virtud de ello, hubiese materias que disfrutaban de cierta prelación sobre otras. Iba por puro gusto. Nada hay como explayarse. El resto es aburrido y desmesuradamente empalagoso. Por otra parte, ¿quién no tuvo, alguna vez, que pasar por el trance de mancillarse las manos al hacer algún oficio? Pocos, muy pocos.
De la muy bella traducción de María Negroni, dejaremos acá un soneto que me ha acompañado todo el año, el cual me he decidido a transcribir y a publicar en el blog.
Salud, lacl.
NUEVE
Tan pronto como hallare en suave lecho
mi cuerpo su descanso tan deseado
volara a vos, incontinente, alado,
el mísero instrumento de mi pecho.
Desta manera tengo en mi provecho
que en seno tierno el bien tengo guardado
y por el cual cautiva he suspirado,
a punto de morirme de despecho.
Oh, dulce sueño, noche a mí proclive!
Calma apacible, plena de reposo,
mis noches todas perpetuad mi sueño:
y si algún día mi alma se desvive
flechada y pobre sin hallar su gozo,
dejadle al menos la ilusión de un dueño.
Editorial Lumen, primera edición, Barcelona, 1998. Versiones de María Negroni.
Las líneas, rezos o versos, como los quieran llamar, que aparecen al final de los párrafos de introducción, irrumpieron en horas de la noche de manera inopinada, inevitable, dolorosa. Me había topado ese día con una plana de prensa en la que se mostraba una foto desplegada sobre el linchamiento y posterior quema de un delincuente en una calle de nuestras barriadas caraqueñas. Se trataba presuntamente de un violador, así que no se trata de justificar delito alguno, pero no puedo menos que expresar lo que en aquel momento sentí y, al día de hoy, sigo sintiendo. Pues un acto como ése, perpetrado en la plaza pública, me sorprendió en una imagen ante la que se muestran algunas personas delirantes ante el fuego que consume la humanidad del presunto delincuente; imagen que dice mucho sobre el grado de inhumanidad a la que, como colectivo, hemos llegado.
Lo que más me impresionó, en aquella oportunidad, fue el rostro que se desprende del fuego que consume al hombre que han ajusticiado; pareciera verles las caras a todos con gesto de sorpresa.
Lo que pensé aquella tarde, y sigo pensando hoy, es que el rostro no era el del hombre, sino el de una potencia que vibra más allá de nosotros y que trata de decirnos algo sin palabras.
Hoy lo reitero, ese rostro que mira a la turba clamando en jolgorio ante la inmolación con fuego del delincuente o presunto delincuente (ya que no quise investigar el prontuario delictivo de ese señor), no solamente habla de las almas retorcidas de que es capaz generar nuestra socio-patológica civilización.
Y no voy a decir que la turba que manifiesta y representa al colectivo esté compuesta de violadores o seres de similar naturaleza, pero pienso que al tomar acciones como ésa de prender fuego a un ser humano en la vía pública y luego cantarlo en jolgorio hacia los cielos, no puede expresar un armónico equilibrio en su seno. Así que voy a reproducir lo que escribí hace algunos meses, cuando me volví a topar con estos recuerdos, pero sin atreverme a divulgarlos de nuevo en este blog. Hoy me armo de valor y reproduzco los textos del año pasado y los de hace 15 años, cuando mi corazón sufrió la gran derrota ante esta escena...
No coloco la imagen de frontispicio en esta publicación, ya que mi interés no es ése; sin embargo, quien quiera contemplar la imagen podrá observarla a pie de página. En el frontispicio coloco una imagen reciente de la Diosa Blanca...
Salud, lacl, 13 de abril de 2024.
**"
El texto que sigue fue redactado en octubre del año pasado, mas no me atreví a publicarlo, no tenía la gana ni la fuerza necesarias para ello y todavía no estoy seguro de si vale la pena el hacerlo...
Reitero algo dicho hace algunos años, pero haciendo mayor hincapié sobre lo siguiente: la verdadera y única raíz de nuestros males no deviene de idearios políticos ni de filosóficas diferencias de opinión: deviene de la generalizada insensibilidad sembrada en cada humano pecho desde el primer suspiro que damos en el mundo.
Se nos ha enseñado a ser impasibles, despiadados, desapasionados, muertos para la compasión, inertes para el condolerse. En su lugar, lo que se le da, ya en el tetero, a cada niño es envilecimiento, mezquindad, arrogancia, soberbia y todo aquello que asesine el menor asomo de clemencia para con el otro. Esa es la única y verdadera causa de nuestros males, no las diferencias entre sistemas políticos o ideológicos. El ser humano, grosso modo, no quiere obrar el bien porque no piensa ni, mucho menos, siente en colectivo, quiere el mal porque se le ha enseñado a pensar sólo en sí mismo como la única medida de las cosas, un pensar desligado de todo sentimiento... Una sociedad de extranjeros. en el sentido camusiano del término...
Este comentario que sigue fue una respuesta a amigos y contactos de una red social, en ocasión de publicar esa terrible imagen con las líneas que siguen más abajo...
La cita que sigue ha de haber sido escrita por el año 2009.
(CITA)
"...Gracias a todos por sus comentarios. Ando un poco extenuado en el ánimo. Y también, con poco fuelle para el soplo de palabras. Pero no he de dejar la impronta del silencio en estos aires, luego de que me he atrevido a arrojar la vara. Estas líneas no pretendieron ser poema, surgieron de una ardiente y dolorosa necesidad.
Sobrellevar una reiterada tensión del alma, como suspendida en el tiempo, ha sido ejercicio cotidiano para quien esto escribe. Pero sé, estoy convencido de no ser el único.
Acaso no seamos mayoría los que nos vemos atacados por esa desazón de tener que padecer a una colectividad que se ha sumido en la mayor de las pobrezas, como lo es la de una insensibilidad a todo trance, la de la miseria del rencor repartido al azar, la que enaltece la deshonra humana como norma a celebrar, la que pretende hacer tabla rasa con la suma de todos; pero existimos, ciertamente. Y nos toca hablar de cuando en cuando; quedamente, a sottovoce, y no tan reservadamente, en otras ocasiones. Ese sentido de asumida extradición, suspendido a lo largo de una vida es lo que catapulta el decir..."
(CIERRO CITA)
Y hoy agrego: el vaporoso rostro de fuego sigue contemplándonos, impertérrito, en nuestra auto inmolación. Esa imagen me estremeció ayer, como me estremece hoy. Esa noche, la única respuesta que pude darme fue la de sumergirme en el agua y contemplar la luna. Buscaba cobijo en medio del frío o algo con la fuerza capaz de apagar ese inhumano fuego, tan desligado del fuego elemental. Pero no obtuve más respuestas que las aquí declaradas…
lacl, octubre de 2023.
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Con el favor de Selene y el recuerdo de Séneca…
Mi ciudad se está resquebrajando,
el país se está rompiendo a pedazos,
el mundo se desvanece,
cielos y mariposas caen descuartizados
y sus brillos yacen temblando,
como un murciélago que,
en medio de la noche,
desfallece abatido por una honda.
Todos,
hombres y mujeres,
elevan loas a la desgracia,
mientras encienden velas
a bienaventuradas hecatombes.
El suelo se rasga
y ya no quedan columnas
bajo piso alguno.
Un sulfuroso averno
se lleva a rastras
a desesperados
e iracundos.
Los pocos que se
conservan serenos,
aguardan estoicamente
por el mazo de gracia.
Nada detiene ya
el desmoronamiento
de esta piadosa Babel,
que tan orgullosamente
levantáramos para la
concelebración de homilías
signadas por la altísima
aureola del suplicio.
Somos hijos de dios padre
y, a modo de obedientes retoños,
nos impusimos impartir
hostias exánimes
entre azotes y estocadas
de agonizante martirio.
Entre tanto,
ha llegado la noche
y me sumerjo en mi tina,
mas no para cercenar
las venas de mis muñecas.
La luna,
esa puerta de plata,
puntualmente sediciosa
y seducente,
con su canto sigiloso,
elocuente y lenguaraz,
hechiza los despropósitos
de mi corazón.
Agua y luna.
Noche y recogimiento.
Viento, dicción
y entrañable libación.
En la médula de esta
soledad iluminada,
entre las crestas y volutas
que se forman en el agua
al casarse con mi cuerpo,
con la luna
y con los vientos,
aguardo por la siega
de la hora final.
Toda muerte
carga una colecta,
todo desenlace
esconde una cosecha.
Junio 23, 2009 - Louis Aleixandro Cuntreira - En una hoja suelta…
El Tao que puede ser descrito no es el Tao eterno.
El nombre que puede ser dicho no es el nombre eterno.
Lo sin nombre es el origen del Cielo y de la Tierra, lo nombrado es la madre de los Diez Mil Seres.
Quienes nada desean
pueden percibir su sutileza.
Los que siempre desean
ven solamente lo que anhelan y buscan.
El ser y el no ser unidos emergen.
Tienen distintos nombres, pero idéntico origen;
aquello más profundo que lo profundo, la infinita profundidad.
Lao Tse.
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Estas líneas iniciales del Tao Te Ching (Tao-Te-King), pero en otra versión a nuestra lengua, fueron los primeros parágrafos que un imberbe servidor leyera del libro sapiencial. De tal libro con los años me he ido haciendo de distintas versiones a nuestra lengua e, Incluso, en otras. Pero aquella primera versión era un sencillo tomo, un libro con una tapa de tono amarillo un tanto escandaloso. Y a pesar de que se trataba de una edición económica, recuerdo muy bien, tanto ese primer parágrafo, como algunos otros más que entraron de lleno a resonar en las galerías de mi soliloquio interior. Eran años de desarraigo. Años de angustia y juventud. Van de la mano. El típico deshojar de una flor por parte de aquel joven que de pronto se encuentra con un horizonte sin fin como derrotero al vivir.
Me refiero a ese desarraigo típico que ataca a buena parte del ser humano en el trance que media en el paso de la adolescencia a la adultez. Me refiero, intentando ser más preciso, a ese trance que alguna vez Joseph Conrad describiera como una "línea de sombra" en una de sus magníficas narraciones. No podría asegurar (no me atrevería, de manera taxativa) que toda persona está destinada a ese paso, aunque así lo crea firmemente en mi fuero interior. Pero sucede que hay seres que nacen haciéndose preguntas, repreguntas y contra preguntas sobre el porqué de nuestro paso en este juego magnífico de cósmicas carambolas, como también los hay aquellos que pasan por la vida intentando no entrar en disertación alguna sobre el enigma que nos significa el vivir, el misterioso regalo del ser.
Entraba yo a la escuela de letras sin mucha convicción de lo que quería hacer con mi vida. Diré más, me preguntaba siempre cuál era la razón de que todo el mundo le indicara a uno que "tenía que hacer algo con su propia vida". Como si el mero vivir no fuera ya asaz suficiente. Descaminado, como todo ser de aquellos de los que pertenecen al clan de los preguntadores y cuestionadores, no sabía yo qué hacer en una sala atestada de bizoños estudiantes para recibir clases sobre literatura y vida.
Pero la fortuna o el regalo estuvieron allí, de parte de la profesora que nos tocara en ciernes. Mi memoria no recuerda mucho más de lo que voy a narrar. La ductora o guía nos hablaba, como si tal cosa, de algo intrincado y para lo cual quizás no estaba mi psique en la más plena de las armonías, al menos, esa es la memoriosa impresión para ese momento crucial de mi vida. Tenía, la profesora, la mejor de las intenciones, aunque creo que quizás no tomaba en cuenta el diferencial psíquico y emotivo que puede tenderse entre una red de nóveles testas sentadas sobre pupitres. Y no lo digo a modo de crítica negativa, no está en mí el criticar una gestión tan complicada como la de profesar un saber o la de intentar, al menos, diseminarlo entre otros seres, sobre todo si se trata de iniciantes.
Lo cierto es que nos hablaba de una esencia cuyo asunto es arduo e indócil para la maleabilidad. Un asunto en el que las nociones de nada, de todo, de ser y de no ser estaban en juego. Y se apoyó en aquel pequeño tomo de un señor llamado Lao Tse y cuya portada mostraba el nombre de TAO TE CHING. Bastóme leer ese primer parágrafo para saber que allí se plantaba el primer paso o la primera respuesta a mi larga hilera de preguntas tendidas desde la infancia hasta ese día.
Pero, como ya lo he dicho, eran días de personal desasosiego, de extravío, de enajenamiento, de experimentación de una otredad a veces asfixiante, distanciada de aquellos años de infancia en los que, de manera intuitiva, una visión pan-estelar prometía una unidad entre lo cósmico y lo humano; para expresarlo de manera metafórica, sensación de ser ave de paso con apetito de intentar sus primeros vuelos, tal como algunos años después lo vería prístinamente reflejado en la novela de Conrad.
Me tocaría mucho divagar, mucho deambular, mucho discernir, mucho sufrir (por qué no decirlo?) y mucho buscar. Acaso allí, en la persistencia de la búsqueda, se cifre la clave de todo lo que resulta esencial para el vivir. Y para ello tendría que vivir enfrentando situaciones no deseadas, por lo que me tocaría también asumir muchas deserciones, apartarme de listados, de gremios, de concertaciones. Pero llevaba en mis alforjas una palabra que, sin pretenderlo, alumbra como un faro en el solitario camino de la noche. Gracias a ese concentrado cúmulo de palabras, juntadas allí para nombrar lo innombrable, pude yo conciliar sosiego con angustia.
Eso ha sido para mí el libro de Lao Tse, el inefable y a un tiempo mismo indispensable TAO TE CHING (o TAO-TE-KING, como también se le suele titular).
lacl, nota cuyos primeros bosquejos han sido trazados el 6 de abril, mas finalmente redondeada el 7 de abril, hora del pulmón, esto es alrededor de las 3 a.m.
Acaso sea la primera vez que me apoyo en la versión de Arturo Garvizu, una hermosa edición publicada por Oscar Todtmann Editores, Caracas, 1999.
Sueño que el sueño sopla delicias dispersas,
agitando las límpidas telas de un fugaz pensamiento
Mi cuerpo se arrulla sobre incansables preguntas
tendidas bajo una lluvia incansable de imágenes
El tiempo me lee su música
en una rosa de sol
Es una rosa de aguas dulces,
es una nave vagando en celo
sobre un disco azul
Una mujer canta...
el poeta podría ser el mar,
la visión del vago misterio,
podría ser el vivo cadáver de la primavera,
si los azares de un trabajado mundo
no lo consumieran en lances infructuosos
Después reza una niña...
ningún canto es ya verano
si la piel grita silencios
y los huesos no extrañan el misterio
de los cantos que se desangran
al tímido roce de un sueño
que el sueño sopla
(lacl, Cuadernario, Común Presencia Editores, Colección Los Conjurados, Bogotá, 2007.)